Magnífico artículo de Lander Santamaría de "Diario de Noticias"
Ayer fue la Candelaria, hoy se festeja a San Blas y el sábado se hará igual con Santa Águeda, aunque se le cantará en la víspera. En esta época se bendicen velas, se comen roscos, rosquillas y panes, y se observa si ha pasado o está por venir el invierno.
Los feligreses que conservan memoria y costumbre, más ellas que ellos (para qué vamos a disimular), acudieron ayer a la iglesia de Santiago Apóstol de Elizondo portando velas y cirios, la cerilla enrollada casi ni se usa, para bendecir en la festividad de la Presentación del Señor, Nuestra Señora de la Purificación o Nuestra Señora de la Candelaria, que de las tres formas se conoce. Así se hace desde antiguo, lo de llevar candelas, y de ahí lo de Candelaria, a la parroquia y luego guardarlas en casa para las distintas suertes o ritos que se seguían en torno a la luz y la cera.
Y desde ayer y a lo largo de esta primera semana de febrero tienen lugar tres festividades de las de más arraigo y popularidad en Euskal Herria, con San Blas (hoy) y sus roscos y rosquillas y Santa Águeda (el sábado) con los grupos que salen a cantar sus letrillas. Estos, con San Antón (y San Sebastián, pero algo menos) eran los que se consideraban santos "de pan y chistor" en Navarra, de acuerdo con la época en la que se da la matanza.
La trilogía que componen la Candelaria, San Blas y Santa Águeda nos traslada a los fastos del carnaval precristiano e indoeuropeo, en el que ellas rememoran el espíritu de las matronalias romanas y San Blas la preocupación fundamental de evitar el riesgo de fallecer sin poder exhalar el alma por la boca, calamidad que se obviaba ingiriendo tortas y roscas ofrecidas a los dioses paganos. Así, de igual manera que por más de medio siglo la entrañable Ramona Beorlegui las vendía en tal día como hoy en el pórtico de la iglesia de San Nicolás.
En Elizondo hoy se cuecen panes redondos, de la misma forma que en otros lares los hacen cuadrados o cuerniformes en esta fecha. Y en Peralta, queremos suponer que siguen la tradición, los hacen con la apariencia de una mano que evoca el número cinco, un guarismo nefasto para el pueblo hebreo, que según las creencias numerológicas conjura el mal de ojo.
En Milagro, el brazo de San Blas se conserva en un precioso relicario que el 11 de enero de 1583 regaló el canónigo de Tudela don Miguel de Miranda, y dicen que procede (el relicario) del Monasterio de Roma y está dedicado a los santos Vicente y Anastasio. En la villa comenzaban ayer sus fiestas invernales de San Blas, al que tienen gran devoción; y en Ihaben, de forma llamativa, festejaban al santo y el carnaval, al mismo tiempo.
San Blas es abogado de los males de garganta, y de notable devoción en Navarra donde tiene numerosas ermitas, según nos enseñaron Fernando Pérez Ollo y Tomás Masito López Sellés (+), de los que más han controlado siempre el asunto. Por cierto que también se aprendían esas cosas en aquel Calendario que editaba la llorada (ahora todavía más) Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, una "institución creada y garantizada por el Excmo. Ayuntamiento", tal y como constaba textualmente.
Estamos en este tiempo en plena escalera festiva invernal, en días de velas, pan y chistor, también en Alsasua con Santa Águeda y sus quintos, y por todos los pueblos en lo que de víspera saldrán, makila en mano, grupos de mozos a cantar a la santa: "Santa Ageda bezpera dugu Euskal Herriko eguna,etxe guztiak kantuz pozteko....". A ella se recurría para obtener remedio de los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia, y en general era considerada protectora de las mujeres.
En lo meteorológico, también estos días tenían (tienen) su importancia como atalaya invernal. Son abundantes los dichos que expresan la creencia de que si por Candelaria luce el sol o hace buen tiempo, lo más previsible es que todavía esté por venir (¿aún más?) el crudo invierno. Por el contrario, la invernada se pensaba (piensa) que iría corta y el tiempo mejoraría a partir de ahora si el día era desapacible y se pasaba entre fríos. Pues bien, ayer, en el noroeste de Navarra el día se pasó más bien gris y nuboso, y ni lució el sol ni ni nevó, ni heló ni llovió, ni hizo tampoco un frío particularmente insufrible, con lo que ya no se sabe a qué carta jugar.
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